Twitter ha sido una casa de locos en los últimos años. Y no lo decimos por los memes, bromas y polémicas que se dan en el uso que se le da a la red social; hablamos de Twitter como empresa.

Los últimos años de Jack Dorsey como CEO, quien reapareció en la compañía a los Steve Jobs, fueron convulsos, en una pugna eterna entre producto y rentabilidad, su gran cuenta pendiente. Ahora, con Elon Musk pendiente de ejecutar una compra que cada vez parece más cercana, la red social sigue con su particular ebullición hacia no se sabe dónde con una junta directiva y un equipo que no se sabe muy bien cuánto durará.

Lo que sí que parece cierto es que Twitter está dando pasos hacia algunos de los puntos que Musk tiene en mente. El CEO de Tesla y SpaceX y aspirante a la compra tuvo esta semana una llamada con los trabajadores de Twitter en la que repasó su amplia visión de la plataforma.

Además de asustar a los empleados por su visión sobre el teletrabajo, también dijo que pretende ensanchar la libertad de expresión con una fórmula algo más concreta del brindis al sol que había lanzado hasta ahora —afirmó que le gustaría que en Twitter todo aquel que quisiera pudiera decir lo que quisiera, pero que el alcance fuera limitado si ese contenido era pernicioso— y, también, que Twitter fuera una especia de SuperApp, más similar a TikTok o WeChat, la mega aplicación china.

Esa aspiración última ya era algo en lo que Twitter llevaba un tiempo trabajando con adquisiciones, pero no tanto en avanzar en sus protocolos de fomento de la libertad de expresión pero de forma controlada. Ahora, un experimento hecho desde dentro de la casa muestra un avance importante en este sentido.

Twitter publicó la semana pasada una investigación muy interesante sobre un widget de prueba que aparece cuando un usuario está a punto de lanzar un mensaje que parece destinado a ciberacosar a alguien.

La pruebas con este widget, una especie de pop-up que advierte a los usuarios, comenzaron el año pasado, cuando Twitter puso en marcha una función que pedía a los usuarios que reconsideren los tuits ofensivos o agresivos antes de publicarlos.

Los resultados se publicaron en un estudio titulado ‘Reconsiderando tuits: Intervenir durante la creación de un tuit disminuye el contenido ofensivo’, y tiene algunas conclusiones fascinantes.

De las personas a las que se les mostraba el mensaje, alrededor del 70% de los usuarios que recibieron el “toquecito”, pidiéndoles que fueran más amables, simplemente enviaron el tuit. Y, en la parte inferior, alrededor del 1% decidió volver a ser más ofensivo.

  • Un 9% cancelaba su tuit
  • Un 8% lo suavizaba
  • Un 13% lo cambiaba, pero sin rebajarlo

No parece un mal porcentaje que, una funcionalidad tan básica, evite que 2 de cada 10 mensajes ofensivos no salgan o se cambien. Puede no parecer mucho, pero es algo bastante eficiente en el camino hacia unas redes sociales en general, y Twitter en particular, más sano.

Ahora, hay algo que puede ser incluso más interesante: El aviso no solo afectó al comportamiento de los usuarios en ese momento. Tuvo un impacto notable en el comportamiento del usuario a largo plazo. «Después de una sola exposición a un aviso, los usuarios eran un 4% menos propensos a redactar una segunda respuesta ofensiva», dice el estudio. «Los usuarios incitados eran un 20% menos propensos a componer cinco o más tuits susceptibles de ser incitados». También se observó que los usuarios que recibían el aviso también recibían respuestas más amables. Y, por lo que leo, parece que eso es cierto para todos los usuarios que reciben avisos, independientemente de cómo respondan al aviso.

Si algo está claro es que no es fácil moderar contenido en internet, y este pequeño gran avance tiene su mérito en ello.

Dejemos antes claro que Twitter ha tenido siempre una relación alejada de la rentabilizad. Y Musk, si algo parece evidente, es que podrá hacerla mejor o peor, pero no quiere perder dinero. De ahí sus supuestas intenciones de mejorar funcionalidades.

Twitter ha sido la gran red social a la que más le ha costado ser rentable. Lo logró en 2018, lo volvió a conseguir en 2019, y en 2020, debido a la caída de publicidad por la pandemia, volvió a números rojos. Todo, mientras sus usuarios parecían seguir en plano.

Hasta ahora, Twitter ha basado el 90% de sus ingresos en publicidad y en tratamiento y licencia de datos utilizados de forma anonimizada para hacer análisis de consumo.

Aquí un gráfico que lo deja bastante claro.

 

Como decimos, este objetivo de ser una SuperApp no es nuevo, aunque sí que ha sido potenciado por el nuevo CEO Parag Agrawal.

Hace unos meses, el analista Scott Galloway ya argumentaba que crear una SuperApp al estilo chino, con el objetivo de crear un producto lo suficientemente amplio y rentable como para buscar un comprador para Twitter, era el siguiente objetivo de sus directivos tras poner a Dorsey fuera del timón.

El objetivo de esta SuperApp es algo que en fuera de Asia nunca se ha conseguido. Una super-aplicación es una única aplicación móvil que ofrece servicios básicos como el chat y los pagos, junto con un conjunto de “mini-aplicaciones” de terceros, que van desde tiendas y restaurantes hasta organismos gubernamentales.

La más grande es la china WeChat, posiblemente la pieza de software más utilizada del planeta. En WeChat se puede encontrar una cita en un dentista, llamar a un taxi, pagar los servicios públicos e incluso divorciarse contratando un abogado. Una aplicación alcanza el estatus de SuperApp cuando reúne una masa crítica de servicios, los hace tan fáciles de alternar e, incluso si no son tan buenos como las aplicaciones de propósito único, la aplicación se convierte en el sistema operativo de tu vida digital. Cuantos más servicios, menos razones para abandonarlos.

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